martes, 5 de agosto de 2008

LECTURA CIENCIA.

LA CIENCIA

Mucho y muchos han escrito sobre la ciencia desde un sinfín de enfoques y perspectivas, se ha dicho qué es y qué partes la conforman, también se ha mencionado cuál o cuáles serían las utilidades de aplicarla, y cuáles sus beneficios (individuales o sociales), etcétera.
La existencia de tanta información respecto de la ciencia es, preci­samente, lo que hace necesario esclarecer qué debe hacerse ante tanta y tan variada información, es decir, cómo se puede facilitar, actualmen­te, su contenido y procesos de conformación.
Ante todo, es importante reconocer como punto de partida que la ciencia es una forma de explicar todo lo que existe, ya sea desde el origen, o bien, desde el proceso evolutivo. Todo lo que existe es sus­ceptible de ser explicado, descrito o dimensionado desde una perspec­tiva científica. Por ello, es importante señalar algunas características constitutivas cíe lo que hace ser a la ciencia. Algunas de estas caracte­rísticas pueden ser más importantes que otras, o bien, si se prefiere, pueden considerarse al mismo nivel, lo que en realidad quiere desta­carse es que la ciencia tiene una forma de ser que la distingue de cual­quier otra explicación del todo.
La ciencia es un conjunto o cúmulo de conocimientos sistematiza­dos, ordenados y jerarquizados del quehacer humano. Es un modo de conocer lo que existe. La ciencia es una forma de trabajo.
La ciencia no consiste en una serie de pasos rígidos que deben seguirse al pie de la letra, no es una receta de cocina, sino un cúmulo de conocimientos susceptibles de ser perfeccionados.
Diversos modos de explicación

Se ha señalado que la ciencia es una forma de explicar lo que existe y, precisamente se especifica esto, porque la explicación científica no es la única manera empleada por el ser humano para aclarar la existencia, origen y evolución de las cosas.
En el origen de la humanidad, el hombre no se explicaba lo que veía o sentía, sólo lo experimentaba, sin intenciones de querer explicar nada. Así, veía caer la lluvia, el oleaje del mar, el correr de los ríos sin procu­rar o preocuparse por dar explicaciones a estos fenómenos, no era capaz de reconocer semejanzas o diferencias entre ellos; sólo existían, ahí estaban, frente a él, dispuestos a ser usados por el hombre. Es como si se tratara de un bebé, donde él sólo observa lo que está a su alrededor, no intenta, de golpe o en primera instancia, explicarlo que observa, sólo presencia lo que está ahí.
Los objetos y fenómenos se suceden como presencias frente al hom­bre, sin pretensión alguna, mas poco a poco el hombre va asociando ideas, características que van dotando de cierta explicación a lo que sucede a su alrededor. La explicación puede que sea mágica o mitológica, pero no científica, porque la explicación científica no fue, ni ha sido, la primera forma que ha empleado el hombre (tanto en lo individual como en su conjunto) para explicarse lo que existe. Por ello es que la ciencia no es ni la primera ni la única explicación que ha dado el hombre para comprender lo que está a su alrededor.
Por eso es importante reconocer que la ciencia es un conjunto o cúmulo de conocimientos. La única manera que se conoce para que el hombre posea conocimientos es a través de la experiencia. La ciencia, como explicación, es el conjunto de la experiencia humana a lo largo de la historia. Piénsese, por ejemplo, en un niño que no sabe que si mete los dedos, la mano, en un recipiente con agua caliente se quemará. El niño ni sabe lo que es agua caliente ni lo que es quemarse, pero cuando mete los dedos en el recipiente con el agua caliente experimentará un hecho que le provocará una sensación de dolor, diferente de aquellas otras sensaciones que le son placenteras.

El hombre cuando aparece en la faz de la tierra, en. la Era Cuaterna­ria, llega a este mundo desprovisto de experiencias, así como un recién nacido viene sin experiencia. En aquellas lejanas épocas el hombre se alimentaba de lo que encontraba: raíces, hojas, frutos, etcétera, su carácter de recolector le hacía buscar el alimento donde lo hubiera; así, si se terminaba en un determinado terreno o zona, el hombre emprendía el camino hacia otros lugares, hasta encontrar, otra vez, algo con qué alimentarse. Esta característica del hombre nómada de ir de aquí para allá era porque desconocía totalmente cómo la naturaleza se reprodu­ce a sí misma, le era desconocido el hecho de que la naturaleza presenta una serie de ciclos (dígase, de momento, alimenticios), no comprendía por qué en un lugar había alimento y en otro no, por qué en algunos lugares había un tipo de alimento y en otros, de otras características. Cuando el hombre observa que al caer un fruto en la tierra, este se descompone, se pudre y, días más tarde, en ese lugar donde cayó el fruto comienza a brotar una hierba pequeña, que va creciendo hasta llegar a ser un árbol, igual al árbol de donde un día cayó el fruto aquel. Entonces el hombre se está acercando al gran descubrimiento de la agricultura. Más larde, descubrirá el hecho de que la naturaleza es cíclica es decir, que la naturaleza provee de alimentos al hombre y se da cuenta que no siempre o diario habrá el mismo tipo de frutos, sino que un determinado tiempo es propicio para que haya manzanas, otro, naranjas, etcétera. El hombre advertirá que es posible contar con alimento siempre, además se da cuenta de que es posible almacenar los frutos, que no se trata sólo de tornar y consumir el alimento, sino que es po­sible administrarlo. Al descubrir la agricultura, descubre el sentido de Cultivar la tierra, es decir, que es posible que el hombre siembre (así como cuando presenció el hecho de que la fruta caía) lo cual le permi­tió contar con más probabilidades de obtener alimentos.

Este hombre que acababa de descubrir la agricultura no se explica­ba esta serie de sucesos desde una perspectiva científica. Es muy probable que estos fenómenos, por él observados, los haya atribuido a una serie de fuerzas sobrenaturales. Así, pensaría que era la tierra quien le proveía de alimento. Si por ciertas circunstancias desconocidas por él, no hubiese lluvias adecuadas durante un tiempo, el hombre podría asociar el hecho de que si bien es cierto que la tierra es quien le proveía de alimentos, también observaba que esto era posible siempre y cuando hubiera lluvia. El hombre, entonces, ya no estaba solo frente al descubrimiento de la tierra (como proveedora de alimentos), sino que ahora había descubierto a la lluvia. La tierra y la lluvia serían consideradas, ahora, como dos factores indispensables para que el alimento fuera posible.

Así como alguna vez el hombre descubrió azarosamente la agricultura tal vez, un buen día, se dio cuenta que comer carne le resultaba placentero, por ejemplo, la carne de conejo. Este descubrimiento fue positivo o por lo menos provechoso para su alimentación. Porque ésta ya no se basaría únicamente en frutos o raíces, sino que también incluiría carne. El conejo, que antes compartía con el hombre los alimnetos que la naturaleza les proporcionaba, ahora formaba parte de la alimentación de aquél.

El hombre podía advertir que el conejo no provenía de la tierra y, de igual modo, reparaba en el hecho de que el conejo tampoco prove­nía de la lluvia; desconocía el origen de este animal, pero tampoco le preocupaba conocerlo, porque desconocía el sentido del origen. Entonces sin preocupación alguna, continúa sembrando, mas ahora intentara cazar conejos y otros animales. Para ello fabricará armas que le permitan conseguir su propósito: perseguirlos, matarlos y comerlos. Un dia accidentalmente, un conejo cae en un hoyo que le impide escapar y el hombre se da cuenta que si pone una serie de hoyos, como aquél donde cayó el conejo, obtendrá más conejos de los que puede cazar persiguiéndolos, de esta forma se juntan varios conejos y como están juntos hembras y machos se reproducen y entonces el hombre descubre la domesticación y la ganadería, ahora se dedicará también a la crianza y domesticación de animales. El hombre es agricultor y ganadero, ya no tiene necesidad de ir de un lugar a otro en busca de alimento porque ha aprendido a producirlos, ha dejado de ser nómada, para ser seden­tario.
El hombre se percata de que la naturaleza le sigue proporcionando lodo lo que necesita para su alimentación y con ello su sobrevivencia. Advierte que esto es posible pero desconoce la razón. Los árboles y los animales existen independientemente de la voluntad del hombre. ¿Cómo se explicaba el hombre primitivo estos fenómenos o hechos?, ¿podía explicarlos de una manera científica? es muy probable que no haya sido así; tal vez creía entonces que todo lo que le rodeaba era obra de una fuerza superior, sobrenatural, es decir, una obra de los dioses. Cada fenómeno observado por el hombre estaba regido por un dios en es­pecial. Así, la tierra, la lluvia, los animales, eran creaciones de dioses, listos dioses aparecerán ante el hombre como dioses buenos, porque le proveen de todo lo que necesita para sobrevivir.

Entonces el hombre, a lo largo de su historia, ha venido acumulando experiencias. Éstas no se dan de un día para otro, sino que re­quieren de periodos de tiempo, a veces, sumamente prolongados. Mientras las cosas se explicaron por fuerzas sobrenaturales, no había mayor problema, la explicación estaba dada: dios o dioses. Esta ex­plicación era determinante y tajante. Pero, ¿qué pasó cuando el hom­bre observó que las cosas o fenómenos se comportaban de manera diferente, que parece ser que la existencia de lo que le rodeara no era obra, precisamente, cíe dios o dioses? Piénsese, por ejemplo, en el hecho (le que el hombre se percataba de que en algunas regiones existía un tipo de flora y fauna muy diferente a la que él acostumbraba observar. ¿Acaso los dioses hacen diferentes criaturas o hay varios dioses para varias especies de criaturas? O bien, si la lluvia es una obra positiva de los dioses, ¿por qué no siempre llueve o, por qué en algu­nos lugares la lluvia es abundante y en otros ni siquiera llueve?, ¿todo esto es una disposición de los dioses o de un solo dios?
La ciencia tiene sentido, una fuerza la hace avanzar, la hizo nacer: el porqué. Por qué existe la vicia, el aire, el agua, el fuego, etcétera. Junto con la religión, la magia y el mito, la ciencia es una forma de explicar el porqué de las cosas. La ventaja que tiene la ciencia sobre la religión, la magia y el mito es que mientras éstos explican las cosas de una manera determinante y tajante, la ciencia no. Piénsese en el origen del hombre; la religión católica, por ejemplo, tiene resuelta esta pregunta desde hace dos mil años y de la misma manera: obra y gracia de Dios. Mientras los antiguos mexicanos atribuían el origen del hombre al sacrificio de los dioses, la ciencia tiene otro tipo de explicación, no definitiva, ni tajan­te. El origen del hombre explicado por la ciencia es relativamente reciente (siglo XIX), si se acepta la teoría de Darwin: la evolución cíe las especies.

Es importante reconocer que coexisten todas estas explicaciones, es decir, actualmente se puede observar que los fenómenos naturales y sociales son explicados desde la religión, la magia, el mito y la ciencia. Por ello, no hay que olvidar que la ciencia es una posibilidad de explicación de lo que existe, es una forma de responder a las interrogantes que el hombre se ha planteado a lo largo de su historia. Y habrá que reconocer, de igual manera, que desde la lógica de la ciencia a una pregunta le suceden no una, sino varias respuestas. De una pregunta devienen otras preguntas, de una respuesta devienen otras tantas res­puestas posibles. Y puede observarse que para la lógica de la ciencia es, en suma, difícil responder a una pregunta de manera determinante y tajante, y menos aún esperar de la lógica de la ciencia una respuesta definitiva e inmutable. Por ejemplo, es sabido que si se deja caer un objeto -un lápiz- éste caerá de arriba hacia abajo, caer significará: ir al suelo, todo mundo sabe que el lápiz cae hacia abajo y no hacia arriba, o al lado derecho, o al lado izquierdo; y se sabe que esto es así porque se le conoce la existencia de la atracción de los cuerpos, todo mundo esta satisfecho con la respuesta a la pregunta: ¿por qué cae el lápiz?, por la atracción mutua de los cuerpos y entonces, ¿por qué vuelan los pájaros? ¿Por qué los aviones o las naves espaciales se elevan? A una pregunta devienen otras, a una respuesta le siguen otras. La religión, si es el caso, tiene todo esto cómodamente resuelto: Dios todo lo sabe, todo lo puede, o bien, lodo es voluntad de Dios.

En la actualidad, nadie aceptaría como válido el hecho de que para que llueva es necesario sacrificar hombres y con ello honrar a los dioses. ¿Cuál es la diferencia entre aceptar y rechazar un supuesto o hecho?, por ejemplo, se acepta la existencia de un terrible mal como el sida, se acepta el hecho de que la Tierra no es el centro del universo. ¿Por que unas cosas se aceptan otras no?, ¿cómo puede, cada uno de nosotros, convencerse de que efectivamente la Tierra no es el centro del universo?, ¿sólo porque lo decían nuestros abnegados profesores de primaria o porque así lo dicen los libros?, ¿cómo podemos, cada uno de nosotros, saber que lo que se dice en los libros es cierto?, ¿cómo es posible demostrarnos que la Tierra no es plana? La respuesta no puede ser los maestros o los libros. ¿Cuáles son nuestras pruebas de que este Upo de hechos o sucesos son en realidad como parecen ser o por lo menos, como se dice que son? La ciencia es un constante preguntarse y responderse.

La religión, la magia y el mito también formulan preguntas y tam­bién tienen respuestas. La diferencia está en lógica que se emplea tanto para preguntar como para responder a las preguntas.

Y en esa lógica está la diferencia entre aceptar o rechazar un suceso o hecho. Por ejemplo, si leyéramos en un libro que se ha descubierto que las mesas de madera hablan. ¡Sí!, una mesa de madera que es ca­paz de formular palabras, capaz de hablar. Muchos rechazarán este supuesto desde diversos puntos de vista: no puede ser porque las mesa no tienen boca, porque se trata de materia inanimada, porque las mesas no cuentan con un aparato fonético, etcétera. El rechazo sería inmediato y evidente. En cambio, sí se aceptaría la posibilidad de que en el planeta Marte hubiese existido alguna vez agua. También desde diversos puntos de vista se empezarían a esgrimir los argumentos de aceptación ante tal planteamiento: sí, porque se han descubierto peque­ños pedazos de hielo, porque hay evidencia de que alguna vez hubo un paso de ríos por la conformación de hendiduras en la tierra, etcétera. Precisamente es la lógica la que permite aceptar o rechazar una serie de hechos o sucesos.
Entiéndase, de momento, que la lógica tiene como objeto de estudio la formulación de leyes y formas del pensamiento, en otras palabras, la lógica sería la ordenación secuenciada de elementos en relación con un lodo. Imagínese que se está observando cómo juega un niño, habrá que poner atención entonces a lo que hace, cómo lo hace; a lo que dice, Como lo dice; A cómo crea determinadas situaciones y cómo las resuel­ve automóviles que vuelan, hombres (muñecos) inmortales que resisten el embate de los contrarios, saltos descomunales, etcétera. Es obvio que para el niño todas las situaciones creadas por él en el juego son lógicas, estas situaciones tal vez no sean lógicas para quien lo observa jugar, pero piénsese que si se estuviera jugando con el niño, se entendería la lógica que él emplea. Al niño no se le puede arruinar su juego o >n la lógica del adulto, ya que la lógica empleada por el niño es la que corresponde a su proceso de crecimiento y de evolución. No se le podría
decir fácilmente, por ejemplo, que la tecnología existente aún no alcanza para crear automóviles voladores.
El hombre ha venido desarrollando a lo largo de su historia una lógica que le permite diferenciar lo posible de aquello que no lo es. Cuando las cosas se explicaban desde la magia, la lógica empleada era la que u-quería la magia para poderse explicar. Si las cosas se explican desde la mitología, habrá que emplear una lógica mítica para poder satisfa­cer la curiosidad. Pero si se trata de la ciencia, la lógica que debe em­plearse es una lógica científica, sólo así podrán comprenderse los hallazgos o avances de la ciencia.
No es posible que tocios los habitantes de este país posean una lógica científica, por el simple hecho de que la ciencia ha avanzado mucho en el presente siglo. Actualmente existe gente con una lógica científica, pero a la vez hay gente también con una lógica religiosa, mágica o mítica, sin importar que esté por arribar otro milenio. Por ejemplo, en el caso de la medicina es relativamente fácil observar que, para quien posee una lógica científica, la medicina es la ciencia y la explicación más viable para tratar las enfermedades, pero otro tipo de lógica entenderá otra cosa, un será la ciencia, sino Dios, la explicación y la cura de los males.
La lógica que emplea la ciencia para explicar el todo es aprendida; es un proceso que no se tiene de un día para otro, sino con. el transcurrir de la experiencia de la humanidad y de cada uno de los individuos. Muchas veces, si se observa a un niño cuando se golpea accidentalmente con algo, por ejemplo una mesa, el niño cree que ha sido la mesa la cual le ha golpeado, esto es así porque el niño no ha desarrollado, todavía, una lógica que le permita tenerla noción del espacio, de la distancia, de la causa y el efecto, etcétera. Esta lógica tan elementales la que permite al ser humano aceptar o rechazar un conjunto de sucesos o hechos como ciertos o falsos.

A lo largo de la historia y de la humanidad y de la historia de la ciencia se ha podido demostrar que esta última es un proceso explicativo no exhaustivo. Como ya se ha señalado, la religión explica de manera deter­minante y tajante; la ciencia no puede hacerlo o, mejor dicho, no debe hacerlo, porque lo que en algún momento es considerado como una verdad científica a medida que pasa el tiempo no es así, debido a que el mismo avance científico va proponiendo explicaciones que después habrá de refutar y negar. Claro está que para negar lo antes dicho, fue necesario hacer uso de lo que parecía cierto o científico, sólo así puede negarse lo dicho y seguir avanzando. Por ejemplo, la ciencia demostró que la Tierra no es plana y se dijo que era redonda, después fue necesario precisar que si bien es cierto que la Tierra es curva, no se trataba de una redondez, si no de un cuerpo ovoide. Lo que se afirmaba como verdadero hubo que modificarlo, la única manera posible de modificar lo que existe es, pre­cisamente, tomando lo que hasta ese momento se presenta como cierto. Se trata de hacer uso de lo que existe y no desecharlo, sólo así es posible que la ciencia progrese, porque toma sus propios adelantos para precisarlos y con ello avanzar cada vez más.